La Lámpara
Camino en un sendero lleno de obstáculos, débil he estado por no beber el agua de vida, apague la lámpara que me guiaba de noche, porque aparente no necesitarla, y en eso caigo y me golpeo; las lágrimas corren como cataratas que se golpean con las rocas.
Al levantarme mi corazón ya no late igual, veo las lágrimas en el suelo y un frío me abraza…
La lámpara casi sin brillo que no puedo encontrar por tanta oscuridad, y mi ser lentamente sufre el miedo de perder su primer amor.
En eso que camino, con la última fuerza de voluntad que tengo, una decisión de vida o muerte, aparece, es una decisión que vale todo el resto de mi vida, caminar y buscar la lámpara con poca luz, o envolverme en la oscuridad y quedar muerto en vida…
Camino, con frío y llorando del dolor de la caída, y veo un candil, era la lámpara que con un poco de luz podía quebrantar mi espíritu. La tomo y lloro como un niño, arrodillado a la par de una roca y mi corazón late como antes… una voz que logro reconocer, me dice como la primera vez, “Despierta y vive”.
-Es gracia- dije yo, con una voz totalmente quebrantada y una mirada llorosa viendo hacia el cielo, y Él respondió: “nada te podrá separar de mi amor”.
En eso toda mi mentalidad cambió, en eso el poeta en mi renació, en eso el gozo volvió,
La gracia me salvo.
Y como nunca antes me levante y adoré, y como nunca antes alabe y dance, y recordé aquel texto que decía: “Alabad a Jehová, invocad su nombre” y lo llamé… y el vino a mí. Recordé que con el arrepentimiento genuino llegaba el avivamiento, Él limpio mis lágrimas y me dijo “todo está bien, por lo poco fuiste fiel…”
No tenía palabras para agradecer, solo vi como el cielo oscuro traía la lluvia y una canción que mostraba Su amor, y después de la lluvia el cielo se abrió y brillo el sol…
Simplemente sorprendido y enamorado veo como se mezclaron las gotas de agua con el rayo de sol y veo aquel arcoíris que me decía: “Ningún diluvio te destruirá, ni las muchas aguas podrán apagar el amor”
Quebrantado y sonriendo se fue quitando el dolor, y solamente calle y Él también callo, y ahí me di cuenta que es el amor de Dios, ese que todo lo soporta, ese que todo lo espera, ese que nunca llega tarde, ese que me levanta, ese que perdona, ese que dice: “Yo soy el amor”… Y veo la imagen de la cruz, y luego la imagen de la misma pero con Jesús al lado y el madero vació y Su voz que me dice: “¿Ya te olvidaste que estoy vivo, y que habito en los que en mí creen?”
¿Me amas? Me pregunto… sin saber que responder entre tantas lágrimas escucho de nuevo la pregunta y yo intento responder mientras me derrito por dentro viendo tanta misericordia… y en una tercera vez que preguntó, llore y grite “¡Te amo!” mientras me arrodillaba a sus pies….
….
Autor: Julio Cesar Navarro Olivares