La honra no es para mi

Nací para ser poeta aunque usted no me lo crea.

Pero quisiera que usted, lo admita y así lo vea.

La prueba la tengo yo cuando escribo un poema.

Venga usted para que vea y compruébelo usted mismo.

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En mi isla borinqueña, mi isla bella y pequeña,

donde nació de su tierra el diminuto coqui,

allí nació Yiye Ávila en el pueblo de Camuy.

El Dios todo poderoso lo llamo a evangelizar.

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El no tuvo más hermanos, fue único en su hogar.

Sus padres fueron maestros y el también pudo enseñar.

Un día en el salón de clases oyó a Dios que lo llamaba.

El acepto el llamado, y así todo comenzaba.

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Mucho años predicó la palabra encomendada.

Viajo por muchos países dejando atrás su fama.

Dios lo uso para sanar a la gente quebrantada.

Y también que se salvaran del demonio que los atormentaban.

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Paso por pruebas muy grandes, cuando perdió a sus dos hijas.

Pero siguió predicando aunque su corazón le dolía.

Yo recuerdo en Chicago en una de sus campañas,

los relámpagos, los truenos, y la lluvia caía.

Pero todos nos quedamos oyendo lo que él decía.

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Pero una mujer muy perversa comenzó a blasfemar

Y a decir que era mentira lo que Ávila decía.

Cayo un rayo y la mato, pues murió

allí enseguida.

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Yiye fue un hombre ejemplar,

Humilde y lleno de amor.

El Señor tuvo a bien llamarlo a descansar.

Le ha dicho ven siervo fiel a la patria celestial.

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En lo poco fuiste fiel, en lo mucho te pondré.

Entra en mi gozo, siervo fiel. Felipe le dijo a Nataniel

que habían encontrado a Jesús de Nazaret

¿Que puede salir de bueno en tierra de Nazaret?

Y Felipe contesto, ven y ve.

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¿De una isla tan pequeña puede salir algo bueno?

Pues si allí nació Yiye Ávila en el pueblo de Camuy.

Dios lo llamo y el cumplió una tarea de honor.

Y a una todos podemos decir gracias Puerto Rico

por el hombre que en tu suelo nació.

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Autora: Marianita Calderón