AQUELLA TARDE

Aún recuerdo con nostalgia aquella tarde,

Aquella tarde de sol tenue y brisa fresca, cuando soplaba el viento con avidez sobre la vida,

Sobre la vida, de todos los que vagábamos en silencio y en solitaria congoja,

En solitaria congoja por los travesaños de la locura sublime e infinita del sórdido silencio,

Del sórdido silencio que solo pueden escuchar las fibras más profundas de un latido inconstante,

Latido inconstante, que vibra con cada paso del tiempo, al que se adhiere con furor la cruel duda

La cruel duda que acongoja y desgarra hasta lo más sutil de la existencia misma.

Aquella tarde!

Aquella tarde, cuando el mismo viento, inmortal, eterno e inmarcesible, parecía traer noticias del sublime y canto de las nubes,

Aquella tarde cuando ese mismo viento susurraba al oído de todos los transeúntes meditabundos,

Esa misma tarde, ese mismo canto, ese mismo viento, sin saberlo y bajo la cómplice mirada del sol,

Vino a mí,

Si, vino a mí,

Estaban todos, pero solo llego a mí,

Llego!! , la dulce aroma de su sangre!! Y con cada gota de olor que se deslizaba por mis sentidos, una sublime gracia surcaba las entrañas más profundas de mi infinita oscuridad

Y se dibujaba la plenitud de su amor, un amor excelso, un amor exorbitante, un amor sin legado de palabras, solo lleno de actos incomprensibles para mi razón.

Entonces, aquella tarde, por fin comencé a entender, que aquella corona de espinos y cardos, que aquellos clavos, que aquellas heridas, que todo aquello que siempre vi y nunca comprendi, eran su lenguaje perpetuo y perfecto de amor soberano por mí.

Y desde entonces, cada día, antes de que el sol sonría sobre la tierra,

Estoy allí, derramando mi existencia en su amor, y recordando siempre, aquella tarde!!

Dedicado a mí amado salvador. Gracias.

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Autora: Gloria Ines Velasco