Manos llenas

MANOS LLENAS

 manos llenas

Mi tiempo se encontró en tu sonrisa y los prólogos que escribí

no sirvieron.¿Que se hace cuando el corazón se agita y casi no puedo respirar?

Ahora hablo, te miro, no sé, todo es inútil, se encierra el alma de tristeza. Nuestros

mundos no ceden, entonces lo sueño de veranos azules.

Te pienso cuando bajas la cabeza mientras te acomodas el pelo tirándolo hacia atrás.

Amor soy amiga del silencio, vos también., cobardes los dos.

A veces muero en desilusión, pero no me alcanza, y me pregunto ¿Qué es todo esto?

Tu apatía….mi inspiración.

Me voy con las manos llenas.

Tiempo de plantar y tiempo de arrancar

lo plantado.

 

Eclesiastés 3:7.

 

.

Autora: Claudia Arevalo

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2 Comentarios en “Manos llenas

  1. Porque dices invertí mi tiempo en quererte y no me quieres? Sabes, tus prólogos han sido mi exordio, siempre captando mi atención y desviando mi vista hacia tus letras que han sido como aquella que pasa al lado nuestro, y nos mira con una mirada especial, diferente, tierna, como sabiendo lo que somos y sentimos, y luego de mirarnos así, nos deja recordándola, aunque no queramos hacerlo. El silencio es un egoísmo u obligación bilateral, no se que será, pero hoy quiero decir, que días atrás me apoye en un árbol, y mirando el horizonte soleado, quebré sin querer una de sus ramas secas, y al verla en mis manos, tuve compasión de ella y desee que volviera a brotar, para desarrollar toda su belleza. Hoy me pregunto, “Si de una rama seca, puede brotar una linda y Hermosa flor, porque, de una tierna amistad, no puede nacer un bello y hermoso amor”. A continuación repreduzco una parte del texto del Principito, el cual sintetiza este pensamiento:
    —Adiós —le dijo a la flor. Esta no respondió.
    —Adiós —repitió el principito.
    La flor tosió, pero no porque estuviera resfriada.
    —He sido una tonta —le dijo al fin la flor—. Perdóname. Procura ser feliz.
    Se sorprendió por la ausencia de reproches y quedó desconcertado, con el fanal en el aire, no
    comprendiendo esta tranquila mansedumbre.
    —Sí, yo te quiero —le dijo la flor—, ha sido culpa mía que tú no lo sepas; pero eso no tiene
    importancia. Y tú has sido tan tonto como yo. Trata de ser feliz. . . Y suelta de una vez ese fanal; ya no lo
    quiero.
    —Pero el viento…
    —No estoy tan resfriada como para… El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor.
    No dejes de plasmar en tus letras ese Hermoso Talento que Dios te dio, tu retórica, es de mi agrado e inspiración. Bendiciones.

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